Chicago
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La Universidad de Chicago

A la Universidad de Chicago no se llega paseando, ni camino a otro sitio. Hay que ir especialmente, ya que queda muy al sur, rodeada de ghettos negros, protegida en tres flancos por el lago y los parques. Conocida en Chile por su escuela de economía, me tocó ir por razones económicas algo distintas: un aviso en el diario solicitaba voluntarios para un experimento en torno a la influencia de la hormona ACTH en la memoria. Consideré que era el voluntario ideal. Cincuenta dólares diarios.

El doctor Rosemberg me recibe, me dá una pieza cómoda, me inyecta la hormona en cuestión, me lee una lista de palabras y finalmente me deja sólo. Debo permanecer hasta la mañana siguiente en la pieza. Al vagar por los pasillos descubro un laboratorio; una doctora Nichols investiga el sueño en voluntarios que deben dormir toda la noche con unos electrodos en la cabeza. Me ofrezco de voluntario para más adelante. Chicago está lleno de oportunidades para triunfar en la vida. Por la tarde, consigo eludir la vigilancia de la enfermera y salir a conocer el campus. Muy distinto a nuestro concepto de patios y murallas, la Universidad de Chicago es un barrio, con parques, plazas, zonas comerciales. Una ciudadela autosuficiente que permite a sus estudiantes permanecer allí dentro sin salir al mundo exterior hasta que llegue la Navidad y regresen a su ciudad natal. Edificios neogóticos pretenden crear aquí un ambiente de piedras y enredaderas como en Oxford y Cambridge. Alumnos y profesores se desplazan en bicicleta, conversan en cafeterías y el ambiente en general se acerca al paraíso del intelectual. Regreso a mi hogar en el hospital de Maryland. Luego de un suculento desayuno, entra el doctor Rosemberg. Le recito su lista de palabras, fijamos otro día y regreso a la ciudad. ¿La hormona? Aún no noto ningún efecto.

Los blues de Chicago

He's got the blues; o sea que él tiene los "azules", los demonios azules de la melancolía. Música de barrios negros, los blues cuentan historias de amor y de rechazo, melancolía de los ghettos, humor negro. "Cuando Adán y Eva se miraron por primera vez, ahí comenzaron los blues", explica el legendario cantante John Lee Hooker. "No importa qué digan por ahí. Al final todo se reduce a lo mismo: un hombre, una mujer, un corazón roto, un hogar roto. ¿Me entiende?" Los blues se inventaron en el Jardín del Edén, pero se graban y se tocan en Chicago.

Si le toca ir a Chicago, después de visitar el museo del Art Institute, después de subir al mirador de la Torre Sears, el edificio más alto del mundo, después de ver las casas de Frank Lloyd Wright en Oak Park (donde además nació Hemingway), anímese con este tour: cómprese un walkman y vaya a Rose Records, en Wabash Street, al fondo, a la derecha, sección blues, llénese los bolsillos con cassettes y salga a vagar, a buscar esos sitios alejados de monumentos, donde Chicago no se dá cuenta de que la miran.

Escuche a John Lee Hooker cerca del edificio del Merchandise Mart; rodeando el edificio junto al río, llegará a uno de estos sitios, una explanada pavimentada. Verá embarcaderos abandonados; en este punto se unen ambas ramas del río para formar el Chicago River, el de los puentes levadizos; verá pasar yates de lujo, verá flamantes rascacielos en ambas riberas, al oeste verá una red de líneas de tren, bodegas. Si va en la tarde, verá todo rojo. Escuche I'm in the mood. Otro Chicago es el de los trenes; ponga a B.B. king en el walkman y escúchelo mientras cruza de ida y vuelta el puente de la autopista de Roosevelt Road sobre la rama sur del río. Los rieles se juntan, se multiplican y se separan. Se ven dorados, hipnóticos. Chicago es el nudo central de las líneas de tren en un país que se construyó gracias a los trenes. Si tiene tiempo que perder, tómese el tren a Indiana –queda ahí no más–, sólo por ver la silueta de Chicago con todas estas líneas y autopistas con camiones y vagones que entran y salen para abastecer a la gran ciudad donde siempre sopla el viento. No lo olvide: B.B. King, el rey del blue, el que estuvo preso, el que toca en vivo 300 días al año, gratis la mitad de las veces.

Reserve a Muddy Waters para un paseo por los ghettos negros del sur. No son más peligrosos que cualquier otro barrio, si se camina con sentido común. Ayudados por You gonna miss me, o She moves me, mirando por las ventanas hacia el interior de las casas, a veces sin siquiera bajarnos del metro, podremos ver la intensa vida que se acomoda en esos barrios abandonados, en esos edificios de ladrillo, cuyo interés nada tiene que ver con la pobreza, sino con ese alivio que sentimos cuando vemos que detrás de las fachadas de acero, de los museos de lujo y los campus neogóticos, la ciudad y el mundo se siguen soportando sobre las piernas de un hombre. Pichangas en las calles, grifos abiertos para los niños, canciones a veces. Un negro alto de sombrero blanco sigue a una mujer bonita que vuelve del trabajo al ghetto. Ella se deja seguir. Un hombre, una mujer, una hormona, un rascacielos más o menos, un corazón roto. Al final todo se reduce a lo mismo. ¿Se entiende?


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1- Universidad de Chicago.
2- Estudio de sueño. Duke University.
3- John Lee Hooker (1917-2001).
4- Chicago desde Roosevelt Road.
5- BB King © Tom Kane, 1994.